Por Ximena Hidalgo Ayala
Historiadora, fundadora y directora ejecutiva del Comité Internacional Galo Plaza y de su exclusivo network de empresarios y profesionales XHA Club, dedicado a promover la integración a través de historia, educación y cultura.
Gracias al instinto natural de perpetuar la especie, los humanos se reproducen y muchos se convierten en padres. Muchos por accidente, muchos ni se enteran, pero a fin de cuentas son padres porque generan vida. La paternidad no requiere vínculos sanguíneos, sino profundos y auténticos vínculos afectivos, marcados por el sentido de protección absoluta e incondicional, pero sobre todo por la transmisión, -junto con el ADN-, de valores superiores.
AGRADECIDA Y MUY ORGULLOSA
Estoy agradecida con la Energía Creadora y con el universo por el padre tan honorable, íntegro, educado, amoroso, compasivo, honesto, ocurrido y abnegado, con el que fui bendecida y a través de quien llegué a este mundo, al que me enseñó a amar en cada una de sus criaturas. Estoy muy orgullosa de haber llegado a esta dimensión como hija legítima del Lic. Edgar Arturo Hidalgo García, uno de los seres humanos más íntegros, nobles y bondadosos que ha caminado por este planeta.
Mi padre nació en la provincia de Imbabura, al norte de la capital ecuatoriana, en el mismo lugar donde nació Atahualpa y fue maestro de Literatura y Castellano, profesión que ejerció durante más de tres décadas. Fue artista nato y desde los quince años estuvo determinado a ser músico, ejerciendo su vocación durante cincuenta años de carrera profesional. Como guitarrista, requintista y arreglista, dirigió a los duetos ecuatorianos más famosos de su época, los Hnos. Miño Naranjo y las Hnas. Mendoza-Suasti; acompañó a estrellas como Carlota Jaramillo, Pepe Jaramillo, Homero Idrovo y compartió escenarios con figuras internacionales como Pedro Vargas, Miguel Aceves Mejía, José Luis Rodríguez, Emanuel, José Feliciano, Los Panchos, Neda Huambachano, Marco Antonio Muñiz, María Jesús Vásquez, Los Hermanos Zañartu, Los Arriagada, Leo Dan, La Orquesta de Don Medardo y sus Players, de los Hermanos Baca, etc., etc., etc.
Papá representó a su país natal en eventos internacionales en Argentina, Perú, Colombia, Costa Rica y Estados Unidos. Fue parte de famosos tríos como Los Indianos y fundó y dirigió su propio trío, Los 3 de América, agrupación oficial de las celebraciones de la Embajada de Estados Unidos en Quito.
MÚSICA Y LITERATURA
Mi padre unió sabiamente las carreras que amaba y a sus alumnas les enseñaba en la cátedra de Literatura y Castellano a los autores y compositores de toda América Latina, promoviendo a través de la literatura y de la música, la integración continental e hizo lo propio conmigo.
Desde niña me transmitió esos valores de amor al arte, a la cultura, a la educación. Recuerdo que desde que aprendí a caminar, me puso en contacto con sus libros, que se convirtieron en los hermanos de la que fue una niña introvertida y muy silenciosa.
Cuando me fue a dejar al kindergarten, las monjas le vieron e inmediatamente le dijeron que si sería posible que tocara la guitarra en el Día de la Madre, entonces mi padre me enseñó a cantar y además a no tener miedo del público. La primera canción que canté acompañada por mi amado papá, fue la zamba argentina Mama Vieja y el Día del Maestro la canción de Rosarito Vera y en otra fiesta de la escuela Alfonsina y el Mar. Mi padre me obsequió el disco Mujeres Argentinas y desde entonces he promovido a las mujeres de mi continente.
Mi padre no solo me enseñó a memorizar las letras y entonar, me enseñó las historias detrás de cada canción, sus autores, los compositores de la música, me enseñó a través de las canciones la riqueza literaria y musical de América Latina y las canciones emblema de cada país, ya que presentaba conciertos didácticos para la UNESCO y recitales en la Casa de la Cultura, donde incluía a autores de diferentes países.
Gracias a todas esas enseñanzas, me ha sido muy natural identificarme con todas las comunidades del continente y del mundo, porque también incluía en su repertorio canciones de España y de Italia.
AMOR AL PERIODISMO
Mi padre se graduó como maestro de enseñanza superior en Literatura y Castellano, pero también estudió periodismo y fue él quien me motivó a incursionar en esta carrera, cuando me sugirió la idea de hacer el periódico mural, -cuando yo cursaba el cuarto año de secundaria-, me enseñó los fundamentos del periodismo, estilos, figuras literarias, me dio una grabadora y en la universidad me sugirió que entreviste al rector. Mi padre amaba el periodismo.
También me enseñó a pintar, me compró acuarelas, me ayudaba en las tareas junto con mi madre, a la cual amó desde que la conoció en un desfile cívico de la ciudad, cuando ella tenía quince años y él veinte y dijo “ella tiene que ser la madre de mis hijos” y con ella estuvo felizmente casado hasta que trascendió a otro nivel de existencia, precisamente un Día del Padre de 2016. Papá me transmitió el valor de la familia y de sus últimos pedidos, -a pesar de que hasta el final quiso que sea monja-, fue “no quiero hijas divorciadas, si te casas que sea para el resto de tu vida”.
Me inculcó el amor al deporte, jugaba fútbol y era fan de la Liga Deportiva Universitaria, siendo amigo y vecino de figuras como Polo Carrera y compinche de Rodrigo Paz Delgado, con quien tenía una gran amistad, hasta el punto que con su cambiaria Casa Paz, le auspiciaba su programa radial Páginas del Continente, -porque el periodismo sirve para educar,- era la radio, por eso me llevaba desde pequeña a Radio Quito, “La Voz de la Capital”.
Cuando grababa discos, -en el estudio del famoso Claudio Jácome-, en La Gasca, también me llevaba y presencié las grabaciones con las Hnas. Mendoza Suasti.
Cuando viajaba a las ferias internacionales retornaba con un cargamento de discos y así se convirtieron en “amigos míos”, Lucía de la Cruz, Lucha Reyes, Los Dávalos, Los 3 Ases, etc. etc. En Navidad me compró un disco que lo ponía durante toda la temporada y que en Nueva York descubrí eran Las Posadas, que las canto desde niña y mis hermanos mexicanos se quedaron sorprendidos, -igualmente yo-, de que me las sepa de cabo a rabo. Mi padre me dio una educación musical y literaria internacional, que mi madre, -ávida lectora y también maestra de profesión-, complementó a nivel espiritual y que ha sido el eje de mi vida.
Mi padre me llevaba de la mano al Madrilón, la cafetería junto al Palacio de Carondelet, donde se reunían los artistas, para eso le decía a mi madre, “ponle linda a mi reina” y cuando llegabamos retiraba la silla, me sentaba y ordenaba un sándwich caliente de queso y jamón y una tisana, por eso cada vez que tomo un té o tisana, recuerdo a mi padre, quien me enseñó a envolver la funda de té en la cucharilla para exprimirla y colocarla junto a la taza, en el plato.
Gracias a papá, crecí entre artistas famosos, empresarios, deportistas, entre presidentes y primeras damas, porque en varias ocasiones actuó en el palacio presidencial e incluso hay grabaciones de cuando me ponía a jugar con el piano de Corina Parral de Velasco Ibarra.
También me llevó a conocer a varios colegas artistas, incluyendo al elenco del Chavo del 8 y hay grabaciones de Don Ramón Valdez, dedicándome consejos. Recuerdo que me cargó en sus brazos, yo aún no había entrado al kindergarten. Igualmente a muchos artistas famosos de la época. Gracias a mi padre crecí en medio de la farándula internacional.
Cuando abrieron el primer restaurante de parrilladas argentinas en la Av. Amazonas en Quito, mi padre me llevó y mi familia guarda mis fotos cargada por esos gigantescos y rubios argentinos amigos de papá, quien viajó en varias ocasiones a Argentina y recuerdo que además de una moderna cámara fotográfica, me trajo unas “botanguitas azules”. Ese amor por el arte del buen comer lo heredé de mi padre, por quien mi madre desarrolló una elevada cocina casera y con quien íbamos a los mejores restaurantes de la ciudad, incluyendo el del Hotel Quito, del Hotel Colon, La Ronda, El Tronío, etc., etc., etc.
Por ello es imposible no solo recordar a mi amado padre, además de ser una extensión de su propia existencia, soy la semilla florecida de su labor para el mundo.
DIA DEL PADRE EN LA CÁRCEL
En el Día del Padre, papá se levantaba, se arreglaba, tomaba su guitarra y cuando mi madre le preguntaba a dónde iba, le respondía: a la cárcel, a donde iba a tocar para los padres encarcelados, porque durante las etapas de dictadura habían muchos estudiantes e intelectuales conocidos, pero mi padre no hacía distinciones, decía, que hay padres que no tienen quien les visite. Retornaba alegre y triste a la vez, pero satisfecho de haber hecho lo correcto.
En varias ocasiones regresó de dar clases con los ojos enrojecidos, entonces le contaba a mi madre y yo escuchaba, que una de sus alumnas se había desmayado porque no había comido en varios días, entonces él le llevaba al bar de los profesores y le pagaba un desayuno. Mi padre me enseñó la solidaridad con los desprotegidos. En Navidad me pedía que recogiera los juguetes y la ropa que ya no me quedaba y me hacía que yo personalmente comparta y les obsequie a los hijos de quienes iban a arreglar y limpiar el jardín del edificio donde vivíamos o vecinos pobres. Eso lo hizo en varias ocasiones, incluso me hacía que regalara juguetes que me gustaban, como un triciclo rojo, porque me dijo que ya mis piernas estaban largas y que me iba a comprar una bicicleta a cambio. Ahí tuve mi primera Chopper.
También me enseñó respeto y amor absoluto a sus padres, mis bellos abuelos María Inés y Belarmino, ella hija de panaderos y el artista de música y pintura. Papá fue un hijo excepcional y un hermano protector y preocupado por toda su familia.
Cuando despechada del egoísmo, envidia y maledicencia de algunos compatriotas me decise de banderas y símbolos patrios, me hizo jurarle que jamás iba a sentir rencor y que amar a mi país natal, era amar a mis padres, mis ancestros y mis raíces y que no deje nunca de representar al lugar donde fui concebida y donde nací. Me enseñó patriotismo, pero siempre extendiendo los brazos al mundo, jamás excluyendo y discriminando, “porque las personas no escogen el lugar donde nacen, solo pueden escoger hacer el bien o el mal”.
Actualmente mi padre me visita y me canta en forma de ave, cuando le hablo me saluda vestido de arco iris y en sueños me inspira a escribir sobre literatura y música. Son varias ocasiones en las que despierto cantando alguna canción y cuando reviso, coinciden los cumpleaños de sus autores, compositores o intérpretes. Mi padre ahora es luz, es oxígeno y late en mis venas y en cada célula de mi ser.
Hasta el final de su existencia terrenal, me dio ideas de temas para escribir mis artículos periodísticos, pero también me educó en valores, ética y calidad humana. Tres días antes de su partida me sugirió que escribiera sobre el pasillo Nuestro Juramento y le dije: la canción de Julio Jaramillo y me corrigió. “No, Julio Jaramillo la popularizó, pero el autor es de Puerto Rico, se llama Benito de Jesús y nació en Barceloneta.” Le conocían como la Enciclopedia de la Canción Latinoamericana, porque era experto en autores y compositores.
Por todo ello, en este día en que se volvió luz y que el mundo celebra a los padres, muy orgullosa de no ser hija de un corrupto, comparto esta canción, dedicada por Yamila Cafrune a su padre artista Jorge Cafrune, a quien también conocí gracias a mi amoroso papá, a quien se la dedico en cada palabra de sus versos.
PADRE
(Yamila Cafrune)
Cuando salgo a mi pago a caminar
Tu recuerdo es como un sol dentro de mi,
Y comienza mi memoria a recordar
Esta tierra donde tengo la raíz.
Padre yo, sigo aquí
tras el sueño que ayer vos sembraste en mí
Ojala pueda este canto alcanzar
la estrellita donde fue a vivir tu luz
Ojala los dos pudiéramos cantar
en el patio provinciano del azul.
Padre yo, como vos,
siempre estoy amando al pueblo y su quietud
Sigo siendo en un rincón del corazón
Esa niña que soñaba con cantar
Sin perder el ayer
Sin dejar de ser provincia en la ciudad.
Padre yo, sigo aquí, tras el sueño que ayer vos sembraste en mí.
Cuando vuelvo por mi pago a desandar
Los senderos que pisabamos los dos,
Oigo coplas que solo hacen recordar
En el alma las nostalgias de tu voz.
Padre yo, vuelvo a oír, los domingos por la tarde tu canción.
Las vidalas como lágrimas de Dios, en el patio de la casa lloverán
Cada vez que en mi guitarra falte el sol
Que le diste al horizonte de mi andar.
Padre yo, siempre voy por tus huellas a buscar la claridad.
Sigo siendo en un rincón del corazón
Esa niña que soñaba con cantar
Sin perder el ayer,
sin dejar de ser provincia en la ciudad
Padre yo, sigo aquí, tras el sueño que ayer vos sembraste en mí