MARIANA DE JESÚS, a woman of action
- XIMENA HIDALGO-AYALA

- 31 oct
- 11 Min. de lectura
Actualizado: 3 nov
El 31 de octubre se celebra el nacimiento de la Santa Quiteña Mariana de Jesús, una mestiza de formidables cualidades espirituales y morales, cuya vida está íntimamente ligada a la fe de los ecuatorianos y a su historia.

By Ximena Hidalgo Ayala, historian, founder, and executive director of the Galo Plaza International Committee and its exclusive network of entrepreneurs and professionals, XHA Club, dedicated to promoting integration through history, education, and culture.
Mariana de Jesús es considerada “la más alta expresión femenina del espíritu quiteño”. Esta mujer de gran espiritualidad y misericordia, fue la menor de ocho hermanos, nacidos en el seno de una familia aristocrática formada por un hidalgo español de Toledo, el capitán don Jerónimo Zenel de Paredes y Flores y por una dama criolla quiteña, doña María Ana Jaramillo de Granobles, descendiente de los primeros conquistadores europeos llegados a América.

Mariana Paredes Jaramillo nació en una ciudad que, -en media milla cuadrada-, tenía diez elegantes iglesias, magníficos monasterios y conventos que persisten hasta hoy, a pesar de los terremotos y conmociones civiles que ha vivido la milenaria capital ecuatoriana. En su época, la ciudad adquirió la fama de “Claustro de América” y de “Santuario de Arte Colonial” y en ella se producían algunos de los ejemplos más perfectos, expresivos y originales de la arquitectura y escultura barrocas del mundo hispanohablante.
ACTIVO TRABAJO HUMANITARIO

Mariana quedó huérfana y fue criada por su hermana mayor Sebastiana de Paredes y su esposo, Cosme de Caso. Desde niña manifestó su inclinación a la vida espiritual y quiso ir de misionera a las selvas de Mainas, pero se negó a entrar al convento, donde, -por su estatus social-, viviría una vida de lujo, por lo cual decidió mantener una vida austera y de ejemplar integridad como laica.
Renunció a sus apellidos y adoptó el nombre religioso de Mariana de Jesús. Después de tomar los voto de pobreza, castidad y obediencia y de distribuir su dote a los pobres, permaneció en casa de su hermana y su cuñado, donde dedicaba seis horas diarias a orar, meditar y a la disciplina devocional (mortificaciones y penitencias), que ofrecía como víctima expiatoria por los pecados de sus contemporáneos.
Marianita dedicaba cinco horas diarias a realizar obras de caridad. A sus veinte años se entregó completamente a los servicios humanitarios, asistiendo a mendigos y personas discapacitadas, a la gente discriminada de la época, a los presos y a los indígenas; catequizó a los niños, alimentó a los pobres, enseñó a los ignorantes y cuidó a los enfermos, fue consejera de sus compatriotas.
Mariana dormía solo cuatro horas y realizaba severos y largos ayunos. Testimonios de su época dicen que durante cinco años no ingirió comidas sólidas, solo la eucaristía. Su austeridad y misericordia, le ganaron la reputación de santidad en la ciudad.

LA SANTA Y LOS PECADORES
Mariana de Jesús es uno de los personajes históricos más notables del siglo XVII en la Real Audiencia de Quito, a quien los historiadores profesionales consideran es la figura más destacada, por su ejemplar espíritu de patriotismo, su integridad y forma de ser, que contrastó notablemente e impactó su época y que la convirtieron en paradigma de valor, de una mujer comprometida con el dolor de los más vulnerables y necesitados. Como afirma el historiador John Leddy Phelan, Mariana de Jesús es el contraste con la decadencia moral instaurada entre los burócratas españoles residentes en América, expresada en el peculado y el libertinaje, personificados por el presidente Antonio de Morga, funcionario quien previamente había servido a España en las reales audiencias de Manila y México.
La vida de Mariana marcó un fuerte contraste con la “corriente general de inmoralidad pública y privada” de la sociedad colonial. Ella encarnaba las virtudes morales y éticas que todos los de su época profesaban y pocos practicaban, ella despertó la conciencia religiosa de Quito, donde transcurrieron los veinte y seis años de su vida.

Mariana Paredes es el prototipo de la mujer mestiza quiteña, risueña y alegre. Tocaba la vihuela, el clavicémbalo y el piano, cantaba y recitaba, era hábil con las manos en la rueca, el bolillo y los palillos, cosía, tejía y bordaba; le gustaba cocinar, preparaba especialmente dulces. En una carta de su puño y letra, -que escribió a uno de sus consejeros espirituales-, le indicaba que le enviaba “una petaquilla con unas tortas y un poco de bizcocho y alfajor”, esos delicados alfajores quiteños que continúan preparándose en los monasterios de la capital ecuatoriana, rellenos de dulce de guayaba, que se extendieron por todas las colonias españolas de América, donde son famosos hasta la actualidad.

TIEMPOS DE DESASTRES NATUALES Y MORALES
Durante el siglo XVII, la Real Audiencia de Quito fue escenario de una intensa actividad geológica. Las erupciones volcánicas, junto con terremotos como el de Baños de Agua Santa, -actual provincia de Tungurahua-, el 27 de mayo de 1645, marcaron profundamente la vida social, religiosa y económica de toda la región. Las crónicas coloniales, como las de Juan de Velasco y registros eclesiásticos, documentan estos eventos como castigos divinos o señales apocalípticas.
1645 fue un año catastrófico para la Real Audiencia de Quito, golpeada por epidemias de sarampión y difteria, así como por movimientos telúricos que cobraron la vida de miles de habitantes y afectaron el comercio de productos a nivel regional. La capital de la Audiencia ya habia sufrido de un terremoto el 17 de junio de 1627, cuando Marianita tenía tan solo nueve años de edad.
El 28 de agosto de 1641 ocurrió la erupción del volcán Tungurahua, una de las más violentas en la etapa colonial de Ecuador. La acumulación de todos esos desastres, se interpretaron como una expresión de la ira de Dios por la larga ola de vicios reinantes en la ciudad y los sentimientos de culpa colectiva reinaban entre los quiteños.

El cuarto domingo de Cuaresma, un 26 de marzo de 1645, el sacerdote confesor de Mariana de Jesús, Alonso de Rojas durante el sermón en la Iglesia de la Compañía, dijo que todos los desastres en la ciudad fueron causados por el pecado. Llamó a que la gente se arrepienta, a que se ofrezcan como víctimas y pidan que se le permita morir a él para salvar del castigo a la ciudad, de inmediato Mariana de Jesús se levantó y anunció que ella pediría a Dios tomar su vida como ofrenda, en lugar de la vida del padre Rojas, quien no podía faltar en la ciudad por su bondad y ejemplo, que por indigna que fuera su vida, ella esperaba que el Señor la aceptara en defensa de su patria, sus compatriotas y parientes, implorando que “ella fuera castigada por todo aquello en la ciudad que mereciera castigo."
Después de salir de la iglesia fue a su casa y jamás volvió a salir, porque le afectó una enfermedad mortal. Desde ese día cesaron los movimientos telúricos y las pestes. Mariana de Jesús, literalmente ofrendó su vida por su pueblo.
Según registros históricos y fuentes como el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional de Ecuador, 1645 estuvo marcado por una serie de temblores en ciudades como Quito y Riobamba. El sismo del 15 de marzo fue particularmente significativo y forma parte del catálogo de eventos sísmicos relevantes en la historia colonial del país.
Después del terremoto del 27 de mayo de 1645, que provocó grandes epidemias, Mariana de Jesús ofreció públicamente su vida a cambio de que termine la tragedia, por lo que 300 años después fue proclamada Heroína Nacional en 1945.
AZUCENA DE QUITO

Mientras Marianita estaba enferma, el médico ordenó que fuera sangrada para bajarle la fiebre, esa sangre fue vertida en una esquina del patio de su casa, donde humedeció el suelo del cual creció una planta verde que pasó inadvertida, pero que después se convirtió en una hermosa azucena, flor con la cual se ha identificado a Mariana desde entonces.
Mariana de Jesús murió exactamente dos meses después, el 26 de mayo de 1645, causando una fuerte impresión en sus conciudadanos. Sus funerales fueron presididos por el obispo, las autoridades de la audiencia, el cabildo municipal y del pueblo de Quito que asistió multitudinariamente.
Mariana estuvo terriblemente consciente de la decadencia moral de la sociedad, pero nunca confrontó a los pecadores, no obstante su vida entera, que culminó con su sacrificio para purgar los pecados de la época, constituyó una condena enérgica, si bien implícita, a los estratos de poder de la sociedad, en los que reinó la codicia y la inmoralidad.

PRIMERA SANTA ECUATORIANA
Veinticinco años después de su fallecimiento, se recopiló información sobre su vida por orden del Obispo de la Peña y Montenegro y varias comisiones de Roma en 1690, 1706 y 1754 realizan el proceso de su beatificación, que finalmente ocurrió el 7 de octubre de 1850, 205 años después de su muerte.
Finalmente Mariana de Jesús fue canonizada en la Basílica de San Pedro en Roma, el 9 de julio de 1950 por el Papa Pío XII, en presencia de varios notables académicos quiteños, entre ellos el Dr. Julio Tobar Donoso, el Dr. Mariano Suárez Veintimilla, don Carlos Manuel Larrea, don Jaime Acosta Velasco y César Antonio Mosquera, Obispo de Ibarra, que fueron parte de una peregrinación colectiva de más de cien ecuatorianos que asistieron a la ceremonia en el Vaticano, quienes partieron desde Guayaquil hacia Italia en el barco Vespucci y navegaron durante tres semanas.

MUJERES PARA LA HISTORIA
Como reiteraba mi maestro y mentor, el ilustre historiador Dr. Jorge Salvador Lara: “el destino histórico de Ecuador ha sido forjado en tres pilares: la fe, la libertad y la cultura.” En los momentos de incertidumbre que ha lo largo de su historia ha atravesado el pueblo ecuatoriano, se aviva su vocación de profunda fe, manifestada en la compasión y la solidaridad, en el que se destaca el ejemplar trabajo humanitario de varias mujeres ecuatorianas, consideradas santas por su entrega y quienes son parte de la historia, entre ellas: Sor Mercedes de Jesús Molina, nacida en Baba; Narcisa Martillo Morán, nacida en Nobol; Zoila de Jesús Salvador González, nacida en Quito y Angela Muñoz Morán, oriunda de Pujilí, todas con una paradigmática vida espiritual, llena de oración, sacrificio, entrega, consagración a Dios y abnegado servicio al prójimo a través del magisterio.



Santa Mariana de Jesús, la primera santa ecuatoriana elevada a los altares por la Iglesia Católica, ha sido pintada por los artistas más notables de Ecuador. En el siglo XIX Joaquín Pinto realizó un cuadro de Santa Mariana de Jesús con los niños, que se encuentra en la sacristía de la Iglesia de la Compañía, a donde ella asistía a la misa y servicios religiosos y en donde se conservan sus restos. Víctor Mideros pintó la levitación de Mariana de Jesús en 1926.
En más de de diez mil años de cultura aborigen y más de quinientos años de cultura europea, los ecuatorianos han aprendido a convivir con volcanes y movimientos telúricos, al punto en que Humboldt se admiraba de que duerman apacibles, en esa tierra volcánica en permanente movimiento.
Erupciones y terremotos han motivado a que los ecuatorianos mantengan un alto sentido de fe y espiritualidad, invocando la protección divina y encomendándose a la intercesión de la Virgen de las Mercedes, Patrona del Ejército Ecuatoriano y en caso de desastres naturales a Santa Mariana de Jesús, quien ofrendó su vida para “aplacar la ira de Dios”.
En la época en que vivió Santa Mariana de Jesús, las catástrofes naturales eran interpretadas como manifestaciones de la ira divina. Por ello, su entrega espiritual fue comprendida como una forma de intercesión ante dichos desastres, los cuales según la perspectiva religiosa predominante en ese momento, eran provocados por la corrupción y el mal gobierno.
Mi maestro, el historiador profesional Dr. Carlos Freile-Granizo, miembro destacado tanto de la Academia Nacional de Historia como de la Academia de Historia Eclesiástica del Ecuador, ha señalado explícitamente que, no existe evidencia documental que confirme que Santa Mariana de Jesús haya declarado que los desastres naturales no destruirán al Ecuador, si no por los malos gobiernos. Aunque esta afirmación ha ganado popularidad a lo largo de los siglos y suele atribuirse a ella, como una advertencia profética, no hay evidencia documental.
No obstante, la vida de Mariana de Jesús y su sacrificio supremo, ofrecido en medio de desastres naturales devastadores que, en el siglo XVII fueron interpretados como castigos ante la corrupción generalizada, su vida y valor constituyen una poderosa condena implícita al mal gobierno. Su firme compromiso con la sencillez, la integridad y la devoción espiritual sirvió como un contrapeso moral frente a la decadencia social de su época. En ese sentido, incluso sin una declaración explícita, sus acciones transmitieron una verdad profunda: que las fallas morales del liderazgo representan una amenaza mayor para la nación que cualquier catástrofe natural.
La persistente creencia en su supuesta profecía refleja la profunda resonancia de su ejemplo en la memoria cultural ecuatoriana. Aunque la frase no sea verificable históricamente, la vida de Mariana de Jesús sigue siendo un testimonio conmovedor del poder destructivo de la corrupción y de la fuerza redentora de la virtud personal.
Un verdadero privilegio haber nacido y residido a unas cuadras del Monasterio del Carmen Alto, donde vivió Santa Mariana de Jesús y que ahora es además museo. Igualmente el haber mantenido amistad con sus religiosas de claustro, particularmente con la Hna. Carmen Teresa. Recordamos con cariño la capilla del monasterio donde asistimos a varias misas y recordamos el perfume de flores frescas, que era parte permanente del ambiente.
SANTA MARIANA DE QUITO
(31 de octubre de 1618 - 26 de mayo de 1645)
ORACIÓN
Santa Mariana de Jesús, heroína nacional,
que en tus pocos años de vida
fuiste el ejemplo de tus conciudadanos
en la incondicional fidelidad a Jesucristo,
incluso con heróica penitencia
y en la cercanía y amor a tu prójimo,
por quien ofrendaste tu joven vida,
alcánzanos la gracia de vivir comprometidos con nuestra fe.
Admirable Azucena de Quito,
que hiciste de tu hogar un lugar de adoración
y del templo el altar de tu definitiva inmolación,
protege a nuestras familias,
defiende a nuestra niñez y a nuestra juventud.
Amén!
Por Ximena Hidalgo Ayala
Historiadora, fundadora y directora ejecutiva del Comité Internacional Galo Plaza y de su exclusivo network de empresarios y profesionales XHA Club, dedicado a promover la integración a través de historia, educación y cultura.
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